La encumbrada última película del austriaco Michael Haneke, popular por mostrar en la pantalla los más oscuros de los dolores, nos sitúa en un costumbrista pueblo alemán un par de años antes del estallido de la primera guerra mundial. La cinta, que estaba nominada al Oscar como mejor película extranjera, perdió ante “El secreto de sus ojos” de Juan José Campanella, supongo que al ser esta última más digestiva. Pero lejos de los Oscar, Haneke se ha hecho con múltiples premios importantes como el Globo de Oro y La palma de oro de Cannes. Después de conocer estos datos y de tener cierto aprecio por el director, yo esperaba una obra maestra indiscutible, pero a día de hoy, sigo prefiriendo “La pianista”. Igual es cosa, como ya he dicho, de que las expectativas eran altas, más aún teniendo en cuenta que me resultó imposible ir a verla ya que no se estrenaba en las típicas multi-salas y las pocas que la proyectaban a parte de ser algo inaccesibles tenían unos horarios un tanto peculiares. Todo esto, teniendo como dice el IMDB, 17 premios y 28 nominaciones, dice mucho del país de pandereta en el que nos encontramos.
La película empieza con una tragedia, muy Haneke. Pero yo esperaba más horror directo y no lo encontré. Esta vez el drama esta escondido a pie de pueblerino. Todo el mundo sabe lo que ha pasado pero pocos lo han visto. Al principio esto me decepcionó, pero tras terminarla, solo puedo decir bravo. El peligro esta en la pantalla en todo momento, ya sea en la forma de una desconocida e inquietante persona como en los afilados útiles de labranza, y los residentes se escudan de toda la maldad circundante por medio de la fe, la rectitud y el purismo. Y así se genera todo su misterio. Nadie sabe quien ha hecho que ni que razones habría, pero yo creo que están tan aburridos (como en ocasiones atestigua el ritmo del film) que solo se encuentra la diversión puteando a los demás. Y es que no todos tienen pianos y flautas como la baronesa. Es casi comprensible.
Se dice por ahí, que esta visión particular del pueblo alemán (aplicable a cualquier otro pueblo de la época) fue el germen del nazismo, y cuando eclosiona la primera guerra, resulta casi consecuencia de los hechos que vimos en el. Es casi mágico como Haneke pinta de obertura todo el odio reprimido, la envidia y la opresora rectitud de estos pueblos hasta terminar infectando el planeta entero. Y el último plano de la película, que nos puede recordar a a “aquel” de Funny Games, nos dejara reflexionando sobre nuestro papel ante todos estos hechos o que es lo que desayunaremos al día siguiente.
Problemas:
Muchos personajes, muy bien todos ellos, pero muy alemanes. Al menos para mi, que empecé un curso on-line del idioma teutón para dejarlo a los pocos días ya que un Berlinés que estaba aprendiendo español quería ser mi amigo para practicar. No sería mayor problema si no estuviese en blanco y negro (exquisito por cierto), lo que resta aún mas elementos diferenciativos. Pero aún hay más. Todas las mujeres de la aldea tienen los nervios capilares tensados como las cuerdas de un “klavier” bajo un recatado moño, que ya si ves la película a cierta distancia como lo hice yo, terminas por confundir a una viuda de 40 años con una niña de 14 en la penumbra. Para terminar, el tema del amor, que encuentra su sitio en el metraje, resulta de lo mas anti-romántico posible. Que tampoco es un problema, ya que supongo que por aquellos tiempos la gente era así de fría y estrepitosa y esto termina por ofrecerse como otra búsqueda ansiosa por evadirse de toda la mierda que les rodea.
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