Te sientas en la sala, y una voz en off empieza a contarte no sé qué tontás sobre unos universos que existen en nuestra mente. Le sigue una femenina vocecilla cantando unos versos que resultan familiares. Unas filas más adelante alguien le dice a su compañero “Sweet dreams”, pero lo dice bien alto, para que toda la sala vea la cultura musical que posee. Lo que no sabe es que a esta primera versión le seguirán unas cuantas más de los Pixies, Queen, Jefferson Airplane, Iggy y los Stooges, Roxy Music, Los Beatles… Todas bastante conocidas, para como ya digo, hacer del espectador una persona cultivada. Pero esto, unido a la calidad de la película, basada en petardos digitales, tetas y “stockings”, termina por recrear algo parecido a la introducción del Tekken pero de hora y media de duración. Lo malo es que a diferencia del Tekken, aquí de vez en cuando hablan. Hasta el guión es como el de un mal video-juego, pues para lograr sus objetivos, las chicas deberán conseguir un mechero, una llave, un cuchillo y un mapa. Falta una quinta cosa que no se sabe hasta el final lo que puede ser. Por el amor de Dios, que intrigón.
Podríamos entonces decir, que lo mejor de la película es el cúmulo de versiones musicales de la banda sonora. No es que sean buenas, pero como las conoces, es lo poco que te acerca a la pantalla. Los personajes son básicamente “cachondas” luciéndose. Van en plan guarras por que las explota sexualmente un hombre malvado que se parece al primo de Will Smith, Carlton Banks. No tienen otra cosa en la vida más que sus cuerpos, y el atinado Zack Snyder llegará frecuentemente a taparles la cara con los fusiles que manejan, que ya que tienen poquito carisma, lo mejor es que les miremos los muslos.
Por si no fuera poco, el final es de esos tramposos en los que te vienen a decir que todo era mentira y que te han engañado por que han creado unos laberintos invisibles en la trama que terminan por darte en toda la cara con un martillo que maneja Jon Hamm (¿Por qué, Jon Hamm? ¿Por qué?). El caso es que salvo a la chica que le enumeró todas las canciones que salían a su novio, a nadie le importa cuantas veces gire, se altere o distorsione el final de esta barraca.
En definitiva, escenas de acción súper poco emocionantes con el horroroso ralenti marca de la casa, canciones que pincharía el becario de Kiss fm cuando de madrugada nadie le ve y putas por doquier. Lo único bueno que puede traer esta película, es que en las próximas convenciones freaks o fiestas de disfraces, veamos a un grupo de adolescentes con sobrepeso disfrazadas de “Sucker Punch”.
No hay más que ver el cartel. Las eliges buenas, jajaja
ResponderEliminar¡La eligieron por mi!
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